viernes, 31 de octubre de 2008

Poesía

Hoy es 31 de octubre, dia de la castañada, víspera de Todos los Santos y allende los mares celebran la fiesta de Halloween.
He querido reservar para el dia de hoy un pequeño relato en verso que hice hace ya unos cuantos años ((1975-76 más o menos); es el que seguiría a los poemas escritos hasta ahora. No es gran cosa ni mucho menos, sólo fue un divertimento. Eso sí se ha de leer despacio, haciendo caso de las comas. Bueno, allá va.

Pequeño relato

Era de noche,
era de noche y me encontraba
en un cementerio.
Sólo una luz se veía
allá a lo lejos.
Fui acercándome,
hasta que me envolviera
la niebla que allí había.

Tenía miedo...

Sólo se oía
una suave brisa,
que se convertía en frío sueño
de los muertos,
y el crujir de sus huesos,
que parecían moverse.

Tenía miedo...

Seguía caminando y aquella luz
poco a poco desaparecía;
nada se movía;
todo estava quieto;
sólo había el silencio de los muertos...
y mi miedo...

De repente sentí frío,
temblaba todo mi cuerpo,
y cuando menos lo esperaba
alguien tocaba mi espalda.
Bruscamente me giré,
pero no vi nada,
era la rama de un árbol
que la brisa movía.

Tenía frío...
Todo estaba quieto,
nada se movía,
seguía el silencio de los muertos,
y mi miedo...

Entonces vi aparecer unos jinetes
con unas capas negras...
eran muchos.
El último se paró
y bajó del caballo,
hasta a mí se iba acercando,
poco a poco... despacio...
Tenía miedo, me iba alejando
pero él me seguía.

Cuando pude ver su cara
caí al suelo desmayada,
porque el rostro que se ocultaba
bajo aquella capa...

¡era mi propia cara...!
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